Desarrollo de la capacidad para interpretar morfologías faciales ''básicas'' en términos de emoción

  1. Terrazo Felipe, Mónica
Dirigida por:
  1. José Miguel Fernández Dols Director/a

Universidad de defensa: Universidad Autónoma de Madrid

Fecha de defensa: 07 de septiembre de 2021

Tribunal:
  1. Pilar Carrera Levillain Presidente/a
  2. Carlos Delgado Crivelli Secretario/a
  3. James Russell Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

En el ámbito de la investigación sobre expresión facial y emoción en niños, existen dos posturas teoréticas enfrentadas. La Teoría Diferencial de las Emociones de Izard (1971, 1977, 2007, 2009, en adelante DET) surge en el ámbito del modelo clásico sobre la expresión de emociones básicas que mantiene que los seres humanos reconocen emociones básicas en determinadas expresiones faciales de forma universal. Según la DET, los niños identifican correctamente la relación expresión-emoción para las emociones básicas desde una edad temprana, aunque deben aprender las categorías emocionales adultas para referirse a esta relación. La expresión facial se considera una clave primaria para el desarrollo emocional hasta el punto de equipararla a la emoción en sí misma. Frente a esta propuesta, el Modelo de Diferenciación de Widen y Russell (2003, 2008a, 2010b) surge enmarcado en el construccionismo psicológico, que considera las emociones como un producto de procesos lingüísticos y conceptuales, que emerge a partir de las dos dimensiones del Afecto Nuclear (Core Affect): valencia y activación (Russell, 2003, 2009). Según este modelo, la expresión facial es tan sólo uno de los componentes de la experiencia emocional y no necesariamente el más importante. La relación entre expresión y emoción no es automática ni temprana. Parte de una diferenciación en términos de valencia (sentirse mal o bien) y progresa con subdivisiones de los polos de valencia positiva y negativa en las categorías de emoción básica. Las categorías emocionales son inicialmente amplias o generales (broad) y se estrechan al volverse más específicos los guiones emocionales. Para contrastar estas dos teorías, en esta tesis doctoral se describe y analiza el desarrollo de la capacidad para reconocer emoción en expresiones faciales en una muestra de 426 niños de entre 5 y 10 años (de los que 402 fueron pares niño-niña con una diferencia de edad de como mucho 20 días) y un grupo control de 54 adultos. La tarea experimental constó de dos partes: una tarea de agrupación libre de morfologías faciales (card sorting) y una tarea de categorización libre de las agrupaciones realizadas (free labelling). Se utilizaron fotografías en color procedentes de dos conjuntos de estímulos validados según los requerimientos del modelo clásico, considerando expresiones faciales sonrientes (alegría), boquiabiertas (sorpresa) desorbitadas (miedo), ceñudas (enfado), de puchero (tristeza), con nariz fruncida (asco) y neutras (sin emoción). El análisis de los datos y la presentación de los resultados se realizan en función de tres niveles de análisis: la agrupación de las morfologías faciales, el etiquetado verbal de las agrupaciones de estímulos, y el reconocimiento de emoción en expresiones faciales. Los resultados mostraron un mejor ajuste a la propuesta del Modelo de Diferenciación que a la DET. Los niños no diferenciaron siete conjuntos de morfología facial asimilables a las seis emociones básicas y la categoría Sin Emoción. El reconocimiento de la relación entre expresión facial y emoción aumentó con la edad y fue mayor en niñas que en niños. El uso de las categorías semánticas no fue homogéneo, existiendo un sobreuso del Enfado y la Tristeza, mientras que el uso del Miedo fue problemático y el del Asco, limitado y prácticamente inexistente en niños de 5 y 6 años. Además, tanto niños como adultos utilizaron categorías de emoción alternativas para categorizar las expresiones faciales tradicionalmente vinculadas a categorías de emoción básica. La discusión considera los resultados de investigaciones previas enfatizando los problemas y divergencias en términos metodológicos. Las propuestas de la DET y el Modelo de Diferenciación se consideran valorando el ajuste de los resultados empíricos a cada modelo. Por último, se plantea la necesidad de flexibilizar y matizar la aproximación actual al estudio de la relación expresión-emoción en la infancia y la adolescencia.