Pasos de gigante en la defensa europea

  1. Benedicto Solsona, Miguel Angel
Revista:
Política exterior

ISSN: 0213-6856

Año de publicación: 2017

Volumen: 31

Número: 175

Páginas: 106-115

Tipo: Artículo

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Resumen

Los ataques de Daesh en Europa, el pulso de Rusia en Ucrania, la salida de Reino Unido de la UE y un presidente de Estados Unidos que no oculta sus críticas a la OTAN empujan sin remedio a los europeos a una defensa más autónoma y efectiva. Ahora que la Unión Europea está inmersa en una crisis existencial, la política de defensa ha avanzado a velocidad de crucero durante 2016, pasando del intergubernamentalismo a la cooperación. Desde los años cincuenta, cuando fracasó la creación del ejército europeo con el veto de la Asamblea Francesa a la Comunidad Europea de la Defensa (CED), esta política inherente al corazón de la soberanía del Estado-nación no estaba tan presente en Europa. Tras la CED, la cooperación militar ya no resucitaría hasta 1999 con la entrada en vigor del Tratado de Ámsterdam, donde se recogió el embrión de la Política Exterior de Seguridad y Defensa (PESD) que desarrolló el Tratado de Lisboa de 2009. Este convenio regula los mimbres sobre los que poner en marcha la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) con todas sus posibilidades y, para lograrlo, los Estados deben poner las capacidades civiles y militares a disposición de la UE. El lastre intergubernamental lo había impedido hasta el momento, pero la crisis económica y el auge de los populismos, así como los retos que la Unión ha tenido que afrontar en los últimos años en política exterior y de seguridad han acelerado el proceso. En la vertiente Este, la amenaza de Rusia en Ucrania, tras la anexión de la península de Crimea en febrero de 2014, la guerra iniciada en el Donbass ucraniano, las provocaciones aéreas en las repúblicas bálticas, la financiación de partidos extremistas en Europa, el uso de la propaganda y el despliegue de misiles en Kaliningrado han encendido las alarmas en la UE. En el Mediterráneo, el conflicto civil de Siria y los Estados fallidos en que se han convertido Irak y Libia han dado lugar a la llegada de más de un millón de refugiados hacia Europa desde 2015, poniendo contra las cuerdas el sistema de fronteras de Schengen. El terrorismo ha golpeado las calles de Francia, Bélgica y Alemania, ha borrado definitivamente las fronteras entre la seguridad interna y externa y ha obligado a avanzar legalmente en su lucha de manera acelerada. La seguridad energética, los ciberataques, la guerra híbrida y la desinformación también forman parte de los nuevos retos que debe afrontar Europa. Ninguno de estos problemas tiene solución en el esquema del Estado-nación y requieren políticas europeas y cesión de soberanía, pese a que algunos países, sobre todo los más trufados de populismo, son partidarios de renacionalizar competencias. En junio de 2016, el Brexit vino a culminar la policrisis europea. Con la victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos en noviembre, quedó de manifiesto la necesidad de que los europeos avanzaran en la cooperación en materia de defensa