Políticas de la diferenciaDerrida y Deleuze

  1. Díaz Galán, Julio
Supervised by:
  1. Paco Vidarte Director

Defence university: UNED. Universidad Nacional de Educación a Distancia

Year of defence: 2006

Committee:
  1. José María Ripalda Crespo Chair
  2. Francisco José Martínez Martínez Secretary
  3. Juan Manuel Aragüés Estragués Committee member
  4. Manuel E. Vázquez García Committee member
  5. Julián Santos Guerrero Committee member

Type: Thesis

Teseo: 138465 DIALNET

Abstract

La pregunta por las políticas de la diferencia se traduce en esta tesis en una cuestión por el lugar diferencial, liminar de la política, del acontecimiento y de su uso. La tesis se divide en dos bloques de tres capítulos cada uno. El primer bloque trata cuestiones ontológicas, o cuasi-ontológicas si hablamos de Deririda. En el primer capítulo se realiza un análisis de lo que significa para Deleluze y Derrida el término errance. En la obra de Deleuze como en la de Derrida nos tropezamos con el verbo errer o con la conocida destinerrance derrdiana. Una filosofía-vagabunda es inseparable del problema de lo abierto y del afuera, que es precisamente aquello que abre el límite o la línea de lo figural. El esquizofrénico, producto del capitalismo, y la cinematografía neorrealista constituyen para Deleuze pradigmas del vagabundear, en busca de una imagen pura del tiempo, para dejar entrar ese a fuerza, un chaos-errance, un poco de tiempo en estado puro. La destinerrance derridiana también apunta hacia esa apertura deslocalizante que se ha producido con el despliegue de la modernidad, pero a diferencia de Deleuze no propugnará un espacio completamente abierto, liso, sino desestricutrado, actu-virtual. Para Derrida es preciso pensar esa cosa imposible que lleva en sí juntos el destino y la errance. El segundo capítulo de la tesis analizará los discursos de la degradación inercial que en el siglo XIX había comenzado a formularse. Éstos sólo podían contemplar la mutación que comenzaba a vivirse y a sentirse como un fenómeno de disolución. La ciencia había dado su ultimátum; la entropía reinaría alcanzando el verdadero fin final. No así los discursos políticos que se apresuraron a levantar y a reforzar las barreras para que eso no pasara. A este respecto, la continuación entre este segundo capítulo y le primero es palpable, pues es este instinto de muerte en que lleva a los sujetos a la errance.